El origen del papel de fumar, una historia para contar

¿Sabías que el papel de fumar es un invento español y que fue un monje religioso el que ideó el primer librillo de papelillos? ¡Es una historia que debes conocer!

Si tienes un grow shop o una tienda de artículos de fumador, posiblemente tendrás docenas de marcas de papeles de fumar en la parte más visible del mostrador. Los espacios minoristas han encontrado que es muy rentable colocar los papelillos de liar en el frente del espacio de caja, ya que es un producto que los usuarios compran constantemente.

Aunque el mercado ha tardado en ponerse al día con respecto a los librillos de papel de fumar que uno podía adquirir hace años en cualquier kiosko o gasolinera, ahora ha aumentado la competencia de las marcas a medida que buscan encontrar formas creativas de hacer que sus papelillos destaquen frente a los de la competencia.

Actualmente hay papel de liar de distintos materiales naturales, totalmente en relieve, con tacto suave e incluso pueden venir con puntas de filtro perforadas. Algunos librillos incluso llevan un cierre magnético, lo que le da un aspecto aún más elegante.

Sin embargo, todos en mayor o menor medida se basan en un invento español, el del papel de fumar, que tiene cerca de 300 años de historia, que se dice pronto. Y su origen es sin duda una anécdota que podrás contar a tus clientes mientras les vendes o les obsequias con un librillo de papel de fumar.

¿Dónde nació el papel de fumar?

La fabricación de papel en Europa comenzó en las comarcas de Xàtiva y Alcoy (Comunidad Valenciana) en 1154, traída a España por los musulmanes, quienes aprendieron la práctica de los chinos. El papel original estaba hecho principalmente de cáñamo, pero también de cualquier cosa con fibra. Así muchas veces reciclaban ropa de cama, trapos, prendas de vestir, algodón, lino… cualquier cosa que tuviera fibra. El papel se había utilizado como moneda en China a partir del siglo VII; como era de esperar, también fue uno de sus primeros usos en Europa.

Después de la introducción del tabaco en España desde el Nuevo Mundo en el siglo XVI, se extendió por el país la costumbre de fumar tabaco traído de las Américas. Sin embargo, el tabaco era un producto sumamente caro para fumarlo en las propias hojas de la planta. Solo los aristócratas fumaban puros de tamaño considerable, enrollados en hojas de tabaco.

Cuando terminaban de fumar estos enormes cigarros puros, tiraban las colillas al suelo, donde los campesinos y los mendigos las recogían, las desarmaban y volvían a enrollar lo que quedaba en pequeños trozos de periódico, costumbre que se extendió por toda la clase obrera con la popularización del tabaco en polvo. Probablemente había humo verde y chispas saliendo de estos primeros papeles de fumar, que contenía plomo y cadmio y sólo Dios sabe qué en esa tinta de imprenta.

Entonces, cuando la costumbre popular de fumar llegó a Alcoy (recordemos, la cuna de la fabricación de papel en Europa) los fabricantes reconocieron la necesidad de un papel especial hecho solo para fumar tabaco desmenuzado o en polvo, por lo que produjeron un papel de fumar blanco de combustión limpia, que anunciaron promocionando sus propiedades higiénicas. Era un papel más fino de lo habitual, elaborado en grandes hojas del tamaño del pliego (doble folio) que el fumador podía cortar a su gusto y necesidad. Pronto, este papel concebido exclusivamente para fumar, comienza a tener un gran éxito.

La primera marca de papel de fumar

Así los primeros papeles de liar se produjeron como hojas grandes que los usuarios doblaban y rasgaban, que es cómo se desarrolló el tamaño estándar, a veces llamado "tamaño español" (lo que hoy sería el tamaño 'Medium', que es un cuarto de pulgada más grande que el 'Regular' ). Y en 1764, una empresa de Alcoy, Pay-Pay, se convierte en la primera marca de papel de fumar de la historia, comenzando a exportar papeles de fumar fuera de España, especialmente a Latinoamérica, muchas veces a cambio de tabaco.

Posteriormente, a principios del siglo XIX se produce la expansión de fumar tabaco liado por Europa, que puede agradecerse a las tropas napoleónicas, que después de su invasión de España se llevaron la costumbre hacia el resto del Viejo Continente.

Finalmente, en 1815, un monje dominico de la cercana Xàtiva se dio cuenta de que los papeles serían más fáciles de usar si se cortaran a la medida y se protegieran con un librito, en vez de llevar un aparatoso pliego de papel encima. Así, por inspiración divina, el padre Jaime Villanueva Estingo se convierte, nunca mejor dicho, en el padre del librillo de papel de fumar, delicado objeto y magnífica invención, cuyo uso ha perdurado hasta hoy sin apenas variaciones.

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